Encontré el amor a 30 mil pies de altura

Johana Pérez: Aeromoza

Por Yesmín Sánchez — Foto cortesía de Aserca

Una de las profesiones más llamativas a los ojos de la mayoría de las personas, es la de aeromoza o más bien, tripulante de cabina (el nombre técnico). Muchos mitos rodean esta forma de vida que, en el caso de Johana Pérez, no fue precisamente su primera opción de carrera. “Me inicié en esta profesión cuando tenía 24 años y realizaba estudios universitarios. Fue mi mamá quien me dio la idea de que fuera tripulante de cabina. Al principio no me llamó la atención, sin embargo, mi mamá insistía y terminé accediendo”.

Cualquier podría pensar que se trata de la mejor profesión del mundo ya que agrupa viajes, vistas fantásticas a muchos pies de altura, entre otras cosas, para Pérez, el impacto de su profesión se orienta más al lado humano y personal. “Ser aeromoza te da la oportunidad de conocer lugares, escenarios impresionantes, como también tratar con artistas, políticos y religiosos; en ocasiones solamente nos da chance de conocer el aeropuerto y a veces ni eso. Este oficio ha tenido un impacto en mi personalidad ya que me ha hecho ser más sociable y paciente”.

Próximo destino: Felicidad

Lo más conmovedor que le ha ocurrido en su carrera ha sido el conseguir el amor abordo de un avión. “Durante un vuelo para Maracaibo viajaba un grupo de trabajadores de un canal de televisión para realizar un especial de la Feria de la Chinita. Me tocó atenderlos y asistirlos durante el vuelo. Al aterrizar se me acercó un pasajero solicitando mi nombre, indicando que me agradecería la atención a través del programa matutino que ellos realizaban. No me preocupo dárselo, ya que no creí que fuese cierto. Los días transcurrieron y me llegaba información de mis amigas, familiares y compañeras de trabajo donde me decían que era famosa, ya que siempre me nombraban por televisión y cada vez que el grupo viajaba alguien me hacía llegar el número de teléfono del pasajero. Hice caso omiso durante un tiempo, pero tanta fue la insistencia que accedí a enviarle un mensaje de texto para que obtuviera mi número, así contactar una cita y conocernos. Tanto fue su paciencia y su manera de conquistarme que después de año y medio de noviazgo, hoy tengo ya dos años de casada”.

Son muchas las típicas preguntas o comentarios que surgen, cada vez que, en alguna reunión social, se enteran de la profesión de Pérez. “Me hacen un sin fin de preguntas: si soy aeromoza nacional o internacional, que si no me da miedo volar, cuáles lugares conozco, cuánto cuesta un boleto para tal sitio, que si consigo descuento, que si estoy casada con un piloto”.

Al ser consultada sobre una característica única en su profesión, Pérez no vacila: “Puedo estar en cinco ciudades diferentes incluyendo una internacional y estar de vuelta en mi casa el mismo día”.

Es por ello que reflexiona: “si volviera a nacer y mi mamá me incitara a ser aeromoza, esta vez no dejaría que me insistiera tanto. Nacería con la ilusión de volver a vivir la experiencia ya que en la aviación el límite es el cielo”.